Ana y Paola, dos mujeres al volante en un mundo forestal de hombres

2022-08-13 13:36:41 By : Mr. John Ren

Se encargan de manejar máquinas de 20 mil kilos, capaces de transportar toneladas de chips y troncos de hasta 5,30 metros 

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08 de agosto de 2022 a las 05:00

Paola Méndez es madre de cuatro hijos, es oriunda de Quiebra Yugos –un pueblo de Tacuarembó– y hace 11 años ni se imaginaba estar donde está hoy, como encargada del sector de maquinaria en una empresa forestal. Ana Fontes también es madre (tiene una hija), también nació en el departamento más grande del país y, como Paola, hace historia en una empresa forestal siendo la única mujer “palera”: maneja una máquina con la que transporta toneladas de chips, tarea que cumple hace 15 años.

Las dos trabajan en Lumin, son compañeras y dijeron a El Observador que aman lo que hacen, porque les gustan “los fierros” y porque para las dos hacerse lugar en un mundo forestal lleno de hombres ha sido algo muy importante.

“Ojalá más mujeres lleguen a este rubro. Todo se puede, habiendo oportunidades hay que aprovecharlas”, destacó Paola.

Paola comenzó a trabajar en Lumin en 2010, en el área de secado de láminas, donde aprendió a manejar un elevador. Si bien había vivido en el campo, hasta el momento no se había vinculado con el sector forestal. Hasta ese momento trabajaba en comercios de comida.

A los dos años de haber entrado en la empresa, participó de un llamado para trabajar en la cancha de acopio –donde se recibe la madera– y salió sorteada. Comenzó como ayudante, primero manejando una pala –para la carga de chips y “alimentación” de calderas–, pero luego tuvo una capacitación, se subió a una máquina de grapo –para descarga de madera y alimentación de la sierra–, “el alma por los fierros empezó” y no se bajó más, contó.

Hoy, 12 años después, es encargada de su área y le encantan las máquinas.

Paola aprendió sobre forestación cuando comenzó a trabajar en la planta.

“Para mí fue lo más grande manejar una máquina. Con 32 años tener la posibilidad de trabajar en una máquina de esas siendo mujer es un orgullo. Porque surgen oportunidades, una las va aprovechando y después se siente bien, porque es un ambiente de hombres y es lindo poder hacerse un lugar”, comentó.

Con experiencia en el tema y mirando hacia el futuro, su sueño es poder manejar una harvester, una cosechadora forestal, aunque en la planta en la que trabaja esa tarea no se realiza, ya que lo que se hace es el acondicionamiento de la madera.

En esa planta por día se descargan entre 30 y 70 camiones con troncos, incluso hay jornadas en las que se puede llegar a 100. Se descargan con los grapos en dos “bocados”, explicó Paola. Para descargar un camión, dos máquinas demoran 10 minutos.

Ambas mujeres se capacitaron para manejar máquinas.

Ambas mujeres se capacitaron para manejar máquinas.

Ana estuvo toda la vida vinculada a los fierros, su padre fue camionero, tuvo parejas camioneros, maneja camiones y también tractores. Los vehículos de gran porte siempre le apasionaron.

Un día, tras trabajar varios años en el campo arando, produciendo avena, dando fardos y cargando camiones con ganado, decidió estudiar enfermería. Inició el camino de la salud y una vez recibida de enfermera, junto a una amiga, fue a la forestal Lumin a llevar un curriculum vitae para un llamado abierto a personal de salud.

Cuando llegó a la empresa, con poco tiempo de recibida y muchas ganas de trabajar, no se imaginó que terminaría alejada de los elementos esterilizados, las gasas y los medicamentos, arriba de una máquina y de montañas de chips.

El llamado al que se presentó requería de personal con experiencia en emergencias y ella, con poco menos de dos años de haber terminado de estudiar, no la tenía. Pero desde la firma le presentaron la posibilidad de trabajar en otro sector, y sin dudarlo y con gran necesidad por un trabajo, dijo que sí.

Comenzó en la cancha de acopio, primero haciendo pequeñas tareas, juntando basura con la pala y alimentando la tolva, luego, comenzó cargar camiones con chips “y ahí sí, me largué con todo”, recordó.

En sus primeras experiencias con la máquina se sentía nerviosa y un poco alerta, contó. Pero luego, “con el tiempo, la máquina pasa a ser parte de uno, como un brazo más, y uno deja de sentir miedo”, aseguró.

Ana llegó a la forestación por un vínculo con la medicina.

Desde que entró en la empresa hasta hoy las máquinas se han ido modificando, algunas se manejan con joystick, mientras que otras con palancas, y de lo que Ana está segura es que “queriendo, uno aprende enseguida”.

Paola y Ana coincidieron en que aprender a manejar una de estas máquinas es como andar en bicicleta, “después no te olvidas más”.

Ambas han pasado por varios desafíos en su camino entre los fierros y uno es enfrentarse a riesgos, como que la máquina se volteé por el peso que sostiene o el terreno donde se maneja.

La primera vez que Paola se subió a una máquina sintió miedo, adrenalina y emoción. “Me emocioné, dije: ‘¿yo estoy arriba de una máquina así en una planta de estas?’. Es algo que no se puede creer, porque la verdad que una no lo planeó, las cosas se fueron dando y las oportunidades fueron saliendo”, mencionó.

Reflexionó sobre su camino en la empresa y sintió orgullo. Transporta troncos de 5,30 metros de largo y realiza una tarea arriesgada, que alguna vez la hizo sentirse en apuros. Una vez, cargando una sierra, aflojó el bocado del grapo y unos palos se corrieron y cayeron de la mesa, golpearon la rueda de la máquina y quedaron en el suelo. En ese momento sintió miedo, pero retrocedió con la máquina, paró la tarea y respiró profundo.

“Es arriesgado, pero es lindo, al que le gusta le nace”, comentó, y añadió: “Estoy orgullosa de a dónde he llegado como mujer. Siempre esperando más, tratando de ir un poquito más”.

Las primeras experiencias de Ana sobre la máquina estuvieron cargadas de vértigo, aunque luego dejó de sentirlo. Lo que más le daba miedo era subir a las rampas y tener que bajarlas en reversa. Al principio, cuando “remontaba” chips, la máquina se ladeaba un poco y eso le generaba “pinchacitos en los brazos”. “Me venían mil cosas, pero ahora ya no me viene nada, ya estoy acostumbrada”, sostuvo.

Ana y Paola coincidieron en que manejar máquinas es como andar en bicicleta, "una vez que aprendes, no te olvidas más".

Varias veces se quedó “enterrada” con la máquina.

Una vez, apilando carga de noche, “nos enterramos hasta las manijas, y no sabíamos cómo íbamos a salir”, contó. Un compañero la ayudó con una cinta. En otra ocasión, apilando corteza entre los árboles, por el peso de la máquina (20 mil kilos) se fue muy cerca de la orilla de una aguada y el piso, no muy compacto, no aguantó. La máquina cayó en el bañado y Ana quedó enterrada. Un compañero, con otra máquina y una linga, la remolcó.

Ha pasado por momentos lindos y difíciles, le encanta su oficio y quiere seguir hasta jubilarse.

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